Estas palabras fueron pronunciadas en una Conferencia Educativa a la que asistí en New York en el 2018. Después de escuchar esta declaración, me di cuenta de que muchas veces nos sentimos frustrados con nestros alumnos sobre cosas sobre las cuales no tienen control.
Cuando los estudiantes llegan a la escuela sin útiles escolares, ropa sucia o sin asearse. Cuando sus padres no firman una notificación, pierden una cita programada, o hacen que sus hijos se queden en casa para cuidar su hermanito/a menor. Estas son cosas que el estudiante no puede controlar, pero aún así, año tras año, mi frustración se siente en un niño o jóven, ¡que probablemente esté tan frustrado como yo!
¿Cuántas veces has caminado hacia un estudiante el día después de la reunión de padres y maestros, y le haz dicho: “Convocamos a tus padres y no vinieron, después que desapruebes no quiero verlos aquí reclamando”. El estudiante se queda allí con los ojos muy abiertos, sin saber cómo responder. Tal vez ellos saben por qué, tal vez no, pero ese no es el problema.
Regularmente los estudiantes de secundaria, cuando la dirección les entrega una convocatoria, salen de los centros educativos tirando papeles al aire. En muchas ocasiones esa información no llega a los hogares. Pero lo que sí es cierto, es qué necesitamos trabajar con los padres que no son solidarios, los que simplemente no tienen tiempo. Necesitamos decirles a nuestros hijos: “Tú lo haces”. “Haces lo que tienes que hacer para tener éxito”.
No les hagamos responsables de los errores o negligencia de sus padres y tutores. No hagamos que soporten el peso de las transgresiones de sus padres. ¿Por qué decirle a un estudiante que llega tarde todos los días: “Llegas tarde otra vez”? Saber que la única forma en que el niño o jóven puede llegar a la escuela es si sus padres los conducen o por sus propios pies.
Luego de la conferencia que les mencioné, tomé una nueva perspectiva. Tenía un estudiante que llega tarde todos los días. Me preocupaba por el trabajo que tenía que hacer o que no entendía.
“Bueno”, diría severamente, tienes que estar aquí puntual todos los días ” o en su defecto tachar las ausencias en el registro.
Un día, en lugar de un “No te acepto en aula”, sonreí y dije: “Me alegra mucho que puedas estar aqui hoy”. Una sonrisa iluminó su rostro y dije, sinceramente, “Entonces, soy yo”. La próxima vez que salga, trabajaré con él y lo ayudaré a ponerse al día.
¿Soy un maestro “malo”? No lo creo, pero ciertamente no soy lo mejor que puedo ser. Sin embargo, estoy aprendiendo y estoy dispuesto a darme una buena mirada, mirarme al espejo y corregir mis errores.
Espero que esta reflexión sirva de ayuda para aquellos docentes, los cuales se le dificulta tomar una inciativa y afrontar las situaciones por las que pasan muchos estudiantes. El trato cordial, amable y sobre todo “humano”, podría resolver muchos problemas en nuestro entorno escolar.